Por Gabriel Martínez, Sr Communications Executive
En las agencias creativas siempre hablamos de ideas. Las celebramos, las discutimos, las empujamos hasta el límite. Pero hay un enemigo silencioso que puede destruirlas incluso antes de que nazcan: la falta de comunicación.
He aprendido que no hay peor ruido que el silencio dentro de un equipo creativo. Ese momento en que todos asumen que el otro entendió, que alguien más lo dirá, o que ya se habló del tema. En realidad, no se dijo nada. Y en ese vacío, muchas buenas ideas se pierden antes de tener una oportunidad de existir.
La comunicación interna no es un proceso operativo, es una extensión del pensamiento colectivo. Es lo que permite que una idea viaje, evolucione y se fortalezca con otras miradas. Sin eso, lo que era potencial se convierte en confusión, y lo que podía ser colaboración se transforma en desgaste.
En una industria donde el ego y la velocidad a veces dominan la conversación, escuchar con atención y hablar con claridad se vuelven actos radicales. No se trata solo de informar, sino de conectar. De entender que cada mensaje, cada chat o cada reunión puede ser el punto de partida de algo más grande.
El silencio, en cambio, tiene un costo invisible. Desalienta la participación, desarticula equipos y apaga la energía que sostiene el trabajo creativo. Por eso, en una organización que vive de las ideas, hablar no debería ser un acto burocrático, sino un acto creativo en sí mismo.
Comunicar es cuidar. Y cuidar es crear.
Al final, no se trata de llenar espacios con palabras, sino de usar la voz para construir sentido. Las ideas necesitan aire, diálogo y contraste. El silencio puede ser inspiración, pero también puede ser olvido.