Por Farid Ortiz, Business Expansion Lead
Hoy, quiero empezar lanzando una pregunta que me hizo mi ahora esposa al poco tiempo de conocerla (muy audaz ella al verme demasiado estresado en aquellos días finales del 2021): ¿cuándo fue la última vez que hiciste algo solo por diversión, sin preocuparte por los pendientes o por si tenías “algo más importante” que hacer? La realidad es que en nuestro día a día, es fácil caer en la trampa de pensar que cada minuto libre debe ser productivo. Pero, ¿y si en realidad esas pausas, esos momentos de entretenimiento sin propósito aparente, fueran igual de valiosos que el tiempo en la oficina?
Salir del trabajo no significa únicamente apagar la computadora. Significa abrir la puerta a todo lo que hay más allá: una caminata al aire libre, un libro que te hace reír o llorar, o incluso el placer culpable de ver ese reality show absurdo que te hace desconectar. A veces, lo que necesitas no es ser más eficiente, sino darle un respiro a tu mente para que pueda procesar y crear en segundo plano.
Explorar algo nuevo o redescubrir viejos placeres nos ayuda a ver el mundo con otros ojos. Puede ser un concierto, una reta en el videojuego de cabecera, aprender un nuevo idioma o simplemente quedarte mirando las estrellas. Cada experiencia fuera del trabajo no solo enriquece nuestra vida personal, sino que también nutre tu perspectiva profesional, porque las ideas más brillantes rara vez nacen frente a una pantalla, sino en los momentos en los que te das permiso de ser, simplemente, TÚ.
Así que, la próxima vez que te sientas abrumado por el trabajo, pregúntate: “¿Qué me hace feliz fuera de esto?” Y hazlo. Porque al final del día, somos más que nuestras reuniones y entregas. Somos las historias que vivimos, las cosas que nos hacen sonreír y las que nos llenan de energía para regresar cada lunes (o martes, después del puente) con algo más que ofrecer.