Hace unos días me pasó algo que me dejó pensando. Después de diez años sin hablar, volví a conversar con una ex-clienta con la que trabajamos en uno de esos proyectos que marcan. Una década en la que cada quien siguió su camino: nuevas ciudades, nuevos retos, nuevas versiones de nosotros mismos. Y, aun así, bastaron unos minutos para sentir que la conexión seguía ahí. Genuina, intacta. Y eso, honestamente, me emocionó.

Poco antes, un proveedor me comentó que estaba colaborando con alguien con quien habíamos coincidido hace años. Nos reímos, compartimos anécdotas y llegamos a una conclusión que a veces olvidamos entre juntas, briefs y correos: el buen trabajo y las buenas vibras son lo que hace que las conexiones perduren. Eso es lo que permanece cuando todo lo demás cambia.

Porque es fácil pensar que nuestro trabajo se resume en entregables. En campañas, presentaciones, activaciones. Pero no. Lo que realmente hacemos —si lo hacemos bien— es construir relaciones. Confiar. Escuchar. Ser parte. Y esas relaciones, cuando son auténticas, trascienden marcas, proyectos y hasta años de silencio.

Conectamos marcas con audiencias, ideas con plataformas, mensajes con emociones. Pero también (y esto es igual de importante), conectamos entre nosotros: equipo con equipo, cliente con agencia, proveedor con proyecto. A veces, incluso, ayudamos a alguien a reencontrarse con su mejor versión profesional. Porque detrás de cada “te paso la versión final” hay vínculos que se tejen con respeto, claridad y ganas de que las cosas funcionen.

Nos toca, muchas veces sin darnos cuenta, ser puente entre lo que alguien quiere decir y lo que el otro necesita escuchar. Ser el equilibrio entre lo que se puede hacer y lo que vale la pena hacer. Y para eso no hay fórmula mágica ni template que lo resuelva. Lo que sí hay es empatía, tiempo y muchas conversaciones que valen la pena.

No sabemos cuándo volveremos a cruzarnos con las personas con las que hoy trabajamos. Pero sí podemos elegir cómo queremos que nos recuerden. Que no sea solo por las ideas que propusimos, sino por cómo las hicimos sentir en el camino.

Así que, cuando cierres hoy tu compu, pregúntate: ¿Cumpliste una tarea o construiste una relación?