Por Guido Von Der Walde, Head of Development
No estás para saberlo ni yo para contarlo, pero colgado en la pared de la sala de tu casa, donde vivimos con Karla, mi esposa, y Chori (el perro que iba a ser mediano y terminó siendo caballo), hay un cuadro que nunca pasa desapercibido ante los ojos de quienes nos visitan.
Probablemente se deba un poco al contraste que genera con el color gris de la pared o a sus protagónicas dimensiones, pero también, siendo sincero, a su notoria fealdad. No se trata de una pintura común y corriente, sino de un sinfín de partes de plantas secas, de un lógico color apagado, pegadas sobre un lienzo blanco y protegidas por un vidrio que, en su conjunto, hacen una pieza exótica que definitivamente no sería apreciada por ningún crítico de arte.
Este es el cuadro:
Estoy seguro de que al verlo compartirás que cae más del lado de la aberración artística que de la obra trascendental…
Pero, ¿qué pasa si te cuento que esas hojas, pétalos, ramitas, bolitas puntiagudas y basurita vegetal son parte del ramo que usó Karla en el día más feliz de nuestras vidas, nuestra boda, y decidimos eternizarlo aprovechando la acción natural del tiempo y la astucia de un humilde carpintero que nos cruzamos en un mercado?
¿Te gusta un poco más ahora? ¿Te parece más interesante? ¿Te sientes más conectadx con la obra?
El punto que quiero hacer contándote esto es que nunca debemos olvidar que las historias detrás de nuestras ideas muchas veces son más poderosas que su materialización.
Cuando tengas una iniciativa novedosa y quieras compartirla con alguien, ya sea para pelotearla con tu dupla, vendérsela a tu líder o a un cliente, o simplemente presumirla (esto incluye los casos para concurso, por ejemplo), no escatimes en explicar su contexto y su trasfondo: cómo y por qué surgió, qué es lo que la detonó, qué simbolismos guarda, qué buscas lograr con ella, cuál es el sentimiento que la envuelve… Todo eso puede ser justo lo que la haga única e irresistible, más allá de cómo sea su ejecución.
Las buenas ideas no son solo un chispazo en tu cerebro, sino la culminación de infinitas conexiones neuronales que concentran mucho de lo que eres, lo que piensas y lo que sientes. Como tal, tenemos que respetarlas y asegurar que se entienda toda su dimensión.
Tus ideas son más un porqué que un qué.
Te dejo este pensamiento esperando que nuestro trabajo marque una diferencia, tanto para nosotros como para quienes lo reciban.