Hace poco tomé un curso de liderazgo creativo con Daniel Granatta y hubo un concepto que me sacudió más de lo que esperaba: el famoso Principio de Peter. Dice que las personas son promovidas hasta alcanzar su nivel de incompetencia. Es decir, mientras alguien lo hace bien, lo ascienden… hasta que lo colocan en un rol para el que ya no está preparado.

Y esto no pasa por falta de talento, sino por una lógica tramposa: asumir que, quien brilla haciendo algo, automáticamente brillará liderándolo.

Pero diseñar no es lo mismo que dirigir diseñadores. Escribir ideas no es lo mismo que coordinar a quienes las escriben. Liderar exige habilidades que rara vez se enseñan y muchas veces se aprenden a golpes. Escuchar, dar espacio, contener el ego, sentimientos, frustraciones son talentos distintos… a veces, incluso son contrarios a los que te hicieron destacar.

No todo ascenso es progreso. A veces, el éxito verdadero es encontrar el lugar donde realmente haces la diferencia y resistir la presión de seguir escalando solo porque se espera. A veces, crecer también es saber detenerse.

Lo complejo es que en esta industria —y en muchas otras— se ha romantizado la escalada. Subir, dirigir, tener gente a cargo. Como si liderar fuera la única forma válida de “avanzar”. Pero nadie te dice que mientras más alto estás, más lejos quedas de lo que amas hacer. Y si no te das cuenta a tiempo, podrías terminar extrañando lo que dejaste atrás.

A veces te encuentras en reuniones, aprobando ideas que tú antes escribías, sintiendo que estás más cerca de los procesos que del propósito. Y aunque se espera que eso sea “el siguiente nivel”, hay días en los que te preguntas si en realidad fue lo correcto.

Y es ahí donde este principio se vuelve más personal. Porque uno no siempre se da cuenta de cuándo cruzó la línea. A veces lo notas cuando ya estás del otro lado, sintiendo que algo no encaja, que el brillo cambió de lugar. Y eso duele y mucho, porque nadie quiere reconocer que quizás su mejor versión estaba unos pisos más abajo.

En días como hoy, no puedo evitar preguntarme:
¿y si ya crucé esa línea sin darme cuenta? ouch 😅