Por Carlos E. Ramírez, Creative Lead
Hace tres semanas perdí todo mi fin de semana en Fortnite, había escuchado algo sobre una nueva función con Star Wars y ya sabes cómo es eso: entras para una partida y terminas tres horas después analizando si fue lo mejor que hiciste con tu vida, pero esta vez fue distinto.
Me acerqué a un NPC de Darth Vader y, de pronto, una opción nueva: hablarle por voz.
Le dije algo simple, ni siquiera me acuerdo qué, y me respondió… con la voz de James Earl Jones. Fuerte. Amenazante. Era Darth Vader. Con esa cadencia grave que te recuerda lo diminuto que eres.
Y sí: no era un audio pregrabado. Era IA. Le hablé y me respondió. Me reí. Me latió. Me clavé y me chocó hasta que me cayó el veinte: estaba hablando con un personaje que se supone que es ficción, pero que ahora piensa, responde y conversa. En tiempo real. Dentro de un videojuego. En Fortnite.
Eso me voló la cabeza.
No es casual que esto pase en Fortnite. Es el juego que lo mezcla todo. Un Travis Scott tamaño monumental flotando sobre el mapa, Goku lanzando kamehamehas, Ariana Grande en el espacio… y ahora esto: NPCs con IA generativa que te contestan lo que sea.
Pero me deja pensando: ¿cuál es la línea?
Porque yo entré a jugar y terminé hablando con un fantasma digital que cree que es Vader. Y no sé si eso es lo mejor que le ha pasado al gaming… o el principio del fin de lo humano.
No tengo respuestas. Solo sé que no lo esperaba.
Y que hubo un momento —uno solo— donde me sentí como un niño otra vez.
Frente a la pantalla, escuchando a Darth Vader decir mi nickname: Hello charliekike.
No sé si fue lo más épico que he vivido online… y mira que he vivido muchos. Porque sí, me considero gamer de la vieja escuela.