El problema es que nos educaron para evitar lo raro. Nos enseñaron a pulirlo, a disimularlo, a corregirlo. En la escuela, en el trabajo, en la sociedad. Nos convencieron de que ser imperfecto era ser incorrecto. Y encontramos en la IA nuestro socio ideal para cumplir esta instrucción con obediencia.

Pero créeme, en muy poco tiempo, nos vamos a dar cuenta de que lo que nos habían dicho que ocultáramos es justamente lo que más va a valer.

No hay que ser Nostradamus para verlo venir: cuando todos tengamos acceso a los mismos modelos de inteligencia artificial, entrenados con los mismos datos, alimentados con las mismas preguntas, buscando las mismas respuestas, lo que va a pasar es que todos obtendremos exactamente el mismo resultado.

Y nosotros, obedientes, vamos a hacerle copy, luego paste y entregar un producto tan perfecto —y tan idéntico— como el del resto del rebaño.

Solo hay que ver nuestros timelines para notarlo. Miles de contenidos con textos intercambiables, imágenes gemelas y frases que parecen salidas del mismo prompt reciclado que aprendimos en un webinar gratuito de un gurú de ChatGPT.… Un jingle disfrazado de obra maestra.

¿Quién será el lobo? Aquel que use esa misma herramienta para forzar combinaciones improbables, para conectar ideas que no deberían conectar, para hacer preguntas incómodas que no tengan respuesta promedio.

La revolución no estará en tener acceso a la IA, sino en aprovechar su capacidad para hackear la idea de lo común.

En marketing no dejamos de hablar de lo difícil que está resultando capturar la atención de las personas, pero hay una característica que nunca deja de atrapar: lo diferente, lo “inencasillable”, lo que no se parece a nada. The Substance, una película que mezcla terror, drama y comedia en un cóctel extraño. Ca7riel y Paco Amoroso, artistas inclasificables cuyo éxito confirma algo evidente: las nuevas generaciones ya no entienden de etiquetas, ni estructuras, ni fórmulas. Y los ejemplos se reproducen a cada segundo en TikTok, como Gremlins en la alberca.

La cultura que viene no va a premiar la perfección. Va a premiar la singularidad, lo incómodo. Eso que antes nos hacían corregir, ahora va a ser lo único que capture la atención en un mundo que ya lo habrá visto todo.

Así que busca ideas que no terminen de encajar. Atesora las ideas que te hacen decir “¿eh?”. Inspírate en lo no evidente. Y deja de buscarle lógica a todo.

Cuando el copy-paste perfecto nos termine de cansar y todo empiece a verse igual, solo va a ser relevante lo que sea incomparable.